Paseo de las esculturas

El claustro del Museo de Menorca, construido alrededor de 1700 y uno de los mejores ejemplos de la arquitectura religiosa menorquina, aloja un conjunto de esculturas que permiten al visitante transitar por la creación contemporánea balear como si de un ejercicio contemplativo se tratara, en honor a la función primordial de todo claustro: la contemplación y la reflexión. Las esculturas de Mariam Blanco, Joan Costa, Laetitia Lara, Ana Llorens, Andreu Maimó y Jaume Ribalaiga, distribuidas a lo largo de la cara norte y oeste del claustro, remiten a la naturaleza y al sentido simbólico de la forma. La verticalidad de un buen número de ellas, totémicas, filiformes o monolíticas, permiten relacionar lo orgánico con la elevación, ya sea física y/o espiritual. El paseo acaba con una obra que, por su horizontalidad y por el concepto que la inspira, invita al espectador a reflexionar sobre la muerte. Es el punto final de un paseo que empieza con una pica talayótica a la que se ha desposeído de su función, de su uso, para otorgarle el rango de escultura. Así, el paseo de esculturas se inicia, como también lo hace el recorrido por las salas del Museo, con la Cultura talayótica, origen de la historia de Menorca.

A lo largo del camino nos encontramos también una selección de versos a cargo de Josefina Salord, que establece un diálogo entre la poesía y la escultura. No obstante, este paseo nace en tiempos más cercanos, en las postrimerías del siglo xviii y de la mano de Joan Ramis, autor fundacional de la literatura menorquina moderna, y de otros autores que llegan hasta nuestros días.

El verso de Anna Maria Ticoulat, referido a la escultura de Laetitia Lara, nos traslada a la imagen de Dafne, mujer-árbol, y con ella a los principios que inspiran este paseo de esculturas. La vida, la muerte, la naturaleza, la mujer y la mediterraneidad hecha materia, forma, textura, luz, movimiento, significado y símbolo.

Las obras

PICA TALAIÒTICA

Talaiòtic final (550-123 aC)

Piedra calcária

Originariamente concebida como contenedor, su forma semiesférica se asocia, entre otros, con el origen, la abundancia y el cosmos. Al ser punto de partida del paseo de esculturas, su significado es triple: como objeto a quien se ha desposeído de función para darle un nuevo significado, como representación de la cultura que inicia el recorrido por las salas permanentes del Museo de Menorca y por el carácter seminal que ha contenido en toda creación artística.

SOCA DE FIGUERA DE SON RAMONET GROS

Andreu Maimó (2001)

La obra de Andreu Maimó está dotada de una fuerte personalidad, lejos de las corrientes, escuelas o “ismos”. De formación autodidacta y muy dotado para el dibujo, su trayectoria va estrechamente ligada al árbol como centro de reflexión artística y conceptual y, en especial, a la higuera. Es en 1974 cuando este árbol aparecerá por primera vez en su producción pictórica, para convertirse en tema central veinte años más tarde y trasladarlo a la escultura cerámica. Su obra está conectada fuertemente con su entorno natural, donde la higuera es protagonista. Sus troncos cerámicos, ricos en bultos, irregularidades, rendijas, nudos y rugosidades nos hablan de lo irreducible de la naturaleza, del paso del tiempo y de su impronta. Su simbolismo se transporta al árbol como vínculo entre la tierra y el cielo, y a la higuera como árbol sagrado entre los griegos (Dionisio) y romanos (Baco), así como entre los budistas (Buda se iluminó bajo un tipo de higuera).

ESTELA NEGRE

Mariam Blanco (2001)

La obra de Mariam Blanco posee una marcada influencia del minimalismo y utiliza la piedra como medio habitual, buscando en el color y la textura calidades expresivas contrapuestas, como se observa en Estela negra. La dureza del granito negro contrasta con la fragilidad del marès, mientras que la luminosidad del granito se opone a la calidad lumínica de la piedra blanca calcárea. A pesar de su verticalidad, esta obra no representa la elevación que encontramos en el resto de obras. En este caso, denota un carácter conmemorativo y funerario que se acompaña de tres enigmáticas líneas paralelas grabadas en la piedra de marès.

MONÒLIT

Jaume Ribalaiga (1960-1961)

Ceramista con una extensa tradición familiar, Jaume Ribalaiga hizo de la cerámica un arte, al igual que antes habían hecho Joan Miró o Pablo Picasso. El 1963 participó en la creación del Grup Menorca, un grupo de artistas que constituyeron la vanguardia en Menorca. Este monolito marca el inicio de las esculturas cerámicas, después de exitosos años creando joyas de gres.

A partir de una depurada técnica, incorpora valores plásticos y cromáticos próximos al informalismo y deja que la materia acapare todo el protagonismo. Es inevitable relacionarla con la naturaleza y, especialmente, con las rocas de la costa norte menorquina, donde un entramado de vetas dibuja una estructura reticular. Al tiempo que monolito, es también monumento y este carácter monumental es una conmemoración de la tierra y de la piedra.

ARDITI

Laetitia Lara (1992)

La piedra —y concretamente la piedra calcárea— es, en la trayectoria de Laetitia Lara, medio y fin a la vez. Por un lado, gran parte de su producción tiene la piedra como soporte; en ella encuentra las propiedades y capacidades expresivas más adecuadas en su lenguaje. De otro, la piedra es un símbolo de unidad y fortaleza que refuerza su discurso, un discurso alrededor de los mitos y arquetipos. Los masculinos, simbolizados por el guardián o el monje, totémicos y estáticos; los femeninos, con las Venus, que con su dinamismo ocupan un lugar destacado, como esta Artidi. Fue en 1985 cuando creó las primeras en barro, ya entonces voluptuosas e intimistas. Su representación siempre ha ido ligada a las diosas paleolíticas, a la madre tierra y a la fertilidad. Así, la escultora reproduce los cánones de belleza antiguos (cara sin modelar y pechos y caderas exageradas) con que confiere movimiento y pureza de líneas al conjunto.

ALGA

Joan Costa (2007)

La trayectoria de Joan Costa va de la mano de la naturaleza y del mundo vegetal acuático en especial. La mediterraneidad y el clasicismo que ha impregnado la historia del arte en las Baleares se reformula con las aportaciones del minimalismo, elementos que dotan a sus obras de una serenidad y poesía remarcables. Con las primeras esculturas móviles de mediados de los años noventa, realizadas con red galvanizada, acero inoxidable y latón, inicia un camino hacia el movimiento y la ondulación que trasladará al papel y al hierro hasta lograr una gran pureza formal y estética. En su obra, encontramos una permanente reivindicación del respeto al medio natural y en especial a la posidonia, planta de gran valor ecológico y en riesgo permanente.

En Alga, el hierro se convierte en algo frágil y ligero y el escultor parece haberlo dotado de vida propia mediante un movimiento perpetuo.

NO PUC RESPIRAR

Ana Llorens (2020)

Ana Llorens pertenece a la generación más joven de este paseo de esculturas. El carácter multidisciplinario de su obra comprende la performance, la pintura, la instalación, el vídeo y la escultura. Su investigación artística discurre por conceptos relacionados con la identidad del artista, el feminismo y la vulnerabilidad de colectivos diversos.

No puc respirar (No puedo respirar) responde a un momento histórico muy concreto que entrelaza dos crisis simultáneas: la derivada de la muerte de George Floyd, ciudadano norteamericano de raza negra, ahogado por la policía de Minneapolis; y las dificultades respiratorias de los enfermos de Covid-19 y del uso de mascarillas en la pandemia que asoló el mundo en 2020. La lápida de mármol, en posición de provisionalidad, simboliza la fragilidad del ser y su incapacidad para superar la violencia y los prejuicios.

Texto: Carles Jiménez