El siglo XVIII: entre España y Gran Bretaña

La posición estratégica de Menorca dentro del Mediterráneo despertó mucho interés entre las grandes potencias militares: británicos, franceses y españolas se disputaron el control de la isla ocupándola en varias ocasiones. La dominación británica fue la más larga, dejando su impronta en el urbanismo, la arquitectura, la cultura y la lengua. El gobernador Richard Kane fue el artífice de grandes reformas, como la construcción de un camino que atravesaba la isla, apto para los movimientos militares.

El puerto de Maó experimentó un gran apogeo: se construyeron grandes infraestructuras de defensa y se mejoraron los servicios. La efervescencia del comercio del puerto atrajo a mercaderes y navieras británicos, griegos, italianos, etc. Se creó una nueva actividad marítima muy lucrativa: la piratería. Los corsarios saqueaban naves enemigas con permiso de los gobiernos.

En esa época la población alcanzó los 30.000 habitantes; la mayoría formaban parte del campesinado y la menestralía. En Maó aparece una nueva clase social, la burguesía, enriquecida con el comercio del puerto, y que disputará el poderío de la nobleza tradicional de Ciutadella.

La llegada de la Ilustración generó una gran influencia en la política y cultura de la isla con referentes como el pintor Pasqual Calbó Caldés y el grupo de ilustrados conocido como Societat Maonesa. La isla se convirtió en el exponente del florecimiento catalán escrito del siglo XVIII, y se siguió utilizando en la administración. Los británicos también respetaron la continuidad de la religión católica, a pesar de las divergencias entre los anglicanos y la diócesis menorquina.